La Reina que amaba las luciérnagas
Fuente: El periódico del Museo Nacional de Ciencias Naturales (página 15), nº 9, abril-junio 2009
Un deseo Real:
16 de abril de 1833. Un oficio del ministro Cea Bermúdez dirigido a la Junta de Protección del Museo comunica el deseo de la Reina María Cristina de aclimatar y multiplicar en los Reales Sitios una «mosca luminosa» muy común en Nápoles, la tierra de origen de la monarca.
Que recibió una respuesta patriótica…
La petición fue contestada por el catedrático de Zoología del Museo, Tomás Villanova, demostrando un gran conocimiento sobre las luciérnagas. En España, según Villanova, hay dos o tres especies, llamadas vulgarmente luciérnagas, luciérnagos o moscas de luz. Tanto las hembras como los machos son luminosos, pero el sexo femenino lo es mucho más; las larvas son también luminosas, lo que le lleva a descartar que el brillo actúe como un imán amoroso que durante la oscuridad atraiga a los machos hacia sus compañeras, interrogándose sobre la verdadera razón de este comportamiento.
Aunque se encuentran en toda España, continúa, abundan mucho más en los Reinos de Valencia y Andalucía. Se ven solamente desde el crepúsculo de la tarde hasta el de la madrugada durante el estío y el otoño, en las márgenes de los caminos, en las huertas y en los prados. Villanova, sin embargo, yerra al creer que se alimentan de briznas de hierba en su estado adulto y juvenil.
A su juicio, las moscas luminosas a las que alude la Reina son luciérnagas propias de la campiña napolitana, en concreto Lampyris italica. El profesor Villanova sugiere a Su Majestad la innecesariedad de acudir tan lejos para iluminar la noche de los Reales Sitios porque las luciérnagas de España son «mayores y más luminosas». Para que la Reina pueda disfrutar de ellas, Villanova describe con detalle las condiciones en las que se desarrolla la vida de las luciérnagas y concluye estableciendo una pauta para la recogida y transporte de las hembras a finales de junio, cuando entiende que ya están fecundadas, para que ovifiquen en sus nuevos emplazamientos, suponiendo que los machos vendrán atraídos por ellas.
…por parte de un consultor de lujo:
Tomás Villanova Entraigues fue una de las eminencias de las Ciencias Naturales en España. Zoólogo y anatomista, desarrolló su importante obra científica en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid adonde recaló tras ser sustituido, como otros profesores afrancesados de la Cátedra de Anatomía de la Universidad de Valencia. Fue el antecesor en la Cátedra de Zoología de Mariano de la Paz Graells, el gran naturalista español del siglo XIX. Villanova era también un extraordinario dibujante, como lo atestigua su magnífico atlas pictórico en la Clasificación de los insectos para uso de la Reyna Nª Sra., de 1817. Se supone que la obra fue un encargo de la reina Isabel de Braganza, por lo que la relación de Villanova con las mujeres de Palacio venía de lejos.
Aunque, ¿quién no ha tenido este deseo?
El deseo de introducir las luciérnagas en parques y jardines para el deleite de los observadores no ha sido una excentricidad exclusiva de la Reina María Cristina. De hecho, la misma especie de Luciola por la que se interesaba la Reina, la Luciona italica, fue introducida en junio de 1940 por Faes y Bovey en el parque de Bourget de Lausana (Suiza) a partir de ejemplares procedentes de la región de la ciudad de Locarno, en el sur del país helvético, cerca de la frontera con Italia. Con ello este insecto superaba, con la ayuda del hombre, la barrera de las cumbres alpinas para, según los que hicieron posible la introducción «contribuir a la felicidad del gran número de espectadores que acuden en automóvil,motocicletas, bicicletas y a pie para admirar durante todo el mes de junio la danza mágica de las luciérnagas en el entorno encantador del parque Bourget».
Todavía hoy en día son consideradas como uno de los atractivos del Parque Louis Bourget.