
21 May Equipo de “¿Has visto una luciérnaga?”, Sierra de Grazalema
Después de tres años de intercambiar correos electrónicos, el equipo de “¿Has visto una luciérnaga?” por fin se reúne. ¡Qué nervios! El uso de la tecnología ha resultado espléndido hasta ahora para intercambiar mensajes sobre el pronoto o los segmentos abdominales de los coleópteros, pero no hay nada comparable a una conversación en vivo y en directo. De manera que tras haber forjado una afectuosa amistad electrónica a cuenta de las luciérnagas, llegó el momento de hacer prácticas y buscar bichitos luminosos durante unos días.
Esperando en el aeropuerto, se diría que se hubiera metido una tropa de gusanos de luz en el estómago. Pero en seguida regresan a sus noches porque nada más encontrarnos la conversación fluye bulliciosa y saltarina recorriendo idiomas, anécdotas y planes.
En El Bosque nos esperan Miguel Ángel Maneiro, Isabel Torres y Antonio Rivas, que trabajan en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema y están deseosos por conocer a estos pequeños habitantes de su territorio.
Foto: Expedicionarios en busca de luciérnagas. 22/5/2012, El Bosque, Cádiz. Fotografía: Isabel Torres.
La noche va abriéndose paso esperanzada, salpimentada por miles de estrellas titilantes. Nos dirigimos al Jardín Botánico para comenzar el sendero del río Majaceite. Raphaël lo reconoce; cuando estuvo aquí hace unos años localizó larvas de luciérnaga Lampyris, una auténtica singularidad de acuerdo con lo que vamos sabiendo, porque en España este género tiene una distribución netamente cantábrica.
Foto: Sendero en el río El Bosque o Majaceite, hábitat de luciérnagas ibéricas, Lampyris iberica, 22/5/2012, El Bosque, Cádiz. Fotografía: Isabel Torres.
Dejamos las luces del pueblo y nos zambullimos en la oscuridad. Ayer llovió con lo que se refrescó el ambiente: la humedad es propicia para que las larvas salgan a dar un paseo.
La vereda discurre paralela al río, quien también demuestra su alegría tras las lluvias. Apenas hablamos y eso que somos todo pregunta: “¿dónde están?, pero, ¿de verdad que las vamos a ver?, ¿y esas lucecillas que pones qué son?, ¿cómo vamos a saber que estamos ante una luciérnaga?”.
Raphaël nos deja inquirirle una y otra vez y responde tranquilo… “Todo se andará” – nos tranquiliza – “sed pacientes, mirad a los lados, al margen del sendero, a las hojas, vuestra mirada se irá acostumbrado. Es como si alguien hubiera dejado una colilla tirada, pero con la llama verde. Y se desplaza. Y va encendiéndose y apagándose, o sea, que a lo mejor pasamos a su lado y si en ese momento está en off, pues nada. Pongo las estaciones de luz por si hubiera adultos: los machos se sienten atraídos y así podemos determinar las especies. Porque las larvas de Lampyris son todas iguales, no sabemos cómo distinguirlas. Desde luego, la noche es fabulosa para las luciérnagas. Claro que las veremos, en otro caso, no hubiera venido desde Bélgica…” Y así, andando, andando, en silencio y hablandillo, continuamos en la tarea de encontrar nuestra adivinanza con luz.
Tras dos kilómetros de inquietud, Rapha nos alerta con un susurro emocionado pero sereno. “¡Ahí!, ¿la veis?”. “¿Dónde?”, preguntamos tres voces. Las cabezas se juntan y las miradas convergen hacia el punto señalado. “No veo nada”. “Sí, ¡entre las hojas!”. Y, efectivamente, entre la hojarasca, la localizamos. Pero es un instante, porque la larva se sumerge en la noche al desconectar su lámpara. “Esperad, ya veréis”. Rapha enciende la linterna, alumbra y coge algo. En sus manos, un pequeño gusano negro se enrosca como las marranicas de la humedad. “Aguardemos un poco, que volverá a iluminarse”.
Foto: El avistamiento de una luciérnaga despierta a menudo asombro y emoción, Lampyris iberica, 22/5/2012, El Bosque, Cádiz. Fotografía: José Ramón Guzmán Álvarez.
Efectivamente, al poco, vuelve la luz al apéndice de su cuerpecito para iluminar nuestra curiosidad que quiere participar de la fiesta con decenas de preguntas adicionales. Raphaël, con paciencia bíblica, continúa respondiendo. “No sabemos muy bien por qué brillan ni qué despierta su lamparita. Probablemente sea un tipo de aposematismo, de adaptación evolutiva para evitar la predación: como una señal luminosa advirtiendo a sus potenciales enemigos de que su ingesta es desagradable. Al menos parece que les funciona para los sapos. Pero desconocemos por qué algunas noches brillan más que otras, quizás esté relacionado con la temperatura y con la humedad ambiental. Las larvas tienen más órganos luminosos que los adultos, y en el caso de Lampyris y Nyctophila las hembras conservan muy activo los de los últimos segmentos, mientras que el macho sólo los tiene vestigiales y brillan únicamente ante situaciones de estrés.”
Foto: Larva de luciérnaga ibérica (Lampyris iberica). 22/5/2012, El Bosque, Cádiz. Fotografía: Isabel Torres.
Animados por este primer encuentro, y ya definitivamente convencidos de que las luciérnagas existen y de que cuando son larvas brillan en la oscuridad un poco a su aire, activamos nuestra vista para tratar de aportar algo a la jornada. Y como todo es cuestión de empezar, cuando llegamos al final del trayecto, tras otros 300 metros de sendero, habíamos sido capaces de localizar una veintena de larvas, cada una de las cuales merecedora de exclamaciones de júbilio y felicitaciones por parte de los compañeros de esta peculiar gimkana.